viernes, 29 de noviembre de 2013

Cultural

Los Wayuu, Riqueza Cultural



Como médula cultural, la Guajira ha tomado un papel relevante en Colombia. De la mano del Ministerio de Cultura y la UNESCO, su cultura más notable, la Wayuu, es hoy por hoy Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Históricamente, la estructura cultural Wayuu se ha caracterizado por su Sistema Normativo que es el conjunto de principios, procedimientos y ritos que regulan o guían la conducta espiritual y social de los miembros de la etnia. Con el palabrero (Pütchipü’üi) como su figura esencial en el conocimiento y la aplicación del sistema -cultor y comunicador de la palabra-, ese complejo de normas y dinámicas rituales toman vida, transformando los conflictos de la comunidad, en aras de preservar la armonía social y los principios vitales de los individuos.

Al interior de la cultura Wayuu, el Pütchipü’üi actúa como autoridad moral y agente comunicante de control social para la aplicación de justicia, procediendo como mediador y recreando el poder de la palabra y el saber ancestral como fundamentos de la vida espiritual, mitológica y social del ser Wayuu. En el orden social, se enmarca el valor de la palabra como instrumento de gran solvencia. Es decir, en casos de afectación mutua, a partir de su valoración, se asumen acuerdos que conllevan a un principio de reparación mediante la compensación. “Sigue existiendo la confusión del rol que juega el Pütchipü`üi con esa visión de considerar que es abogado, juez o magistrado; y el palabrero es ninguna de esas figuras. El palabrero es una autoridad moral, un padre ejemplar que tiene el conocimiento acerca de la vida espiritual y social del ser Wayuu” explica Guillermo Jayariyu, Wayuu de origen y conciencia.

Con la palabra no solo se compromete la rectitud individual del propio emisor, sino la dignidad de todo el grupo familiar materno. Bajo este principio, que integra el valor simbólico de bienes hereditarios que se otorgan por daños, se considera que todo perjuicio ocasionado por un individuo constituye un hecho de agresión colectiva que involucra claramente a todos los miembros de su clan familiar. En respuesta complaciente, se recurre a la acción solidaria entre los allegados maternos o miembros de otros clanes para recolectar contribuciones y acatar los acuerdos de resarcimiento.

Por otro lado, de la posición especial del tío materno surge la representación familiar de los jefes de los clanes. Cómo guías naturales, asumen deberes y obligaciones de carácter socioeconómico y promueven la buena conducta entre los sobrinos que son hijos de sus hermanas. Su posición enraizada en la herencia familiar materna los acredita como legítimos administradores del territorio ancestral. De hecho, son los sobrinos por línea materna quienes heredan en forma legítima los bienes materiales de sus tíos maternos.

Del mismo modo, se procede en la aprobación de vínculos matrimoniales. En este caso, en primera instancia, se entregan collares y luego se trasladan las especies de ganado con que se adquiere el derecho marital, asumiendo la responsabilidad colectiva de garantizar la prosperidad y la prolongación del linaje. Con la entrega de estos bienes culturales también se establecen fuertes vínculos de conexión que se traducen en apoyo y colaboración mutua entre clanes. Todo formalizado a través del poder de la palabra.  

El Rol de la Mujer

Desde la cosmovisión Wayuu, la Madre Tierra (MMA) es la raíz responsable de la germinación y preservación de las especies; se le otorga el carácter etéreo de la vida en todas sus formas de manifestación. Desde esta mirada, surge la dimensión cultural de la mujer ­(Ouutsü) como experta en lo sagrado y revelación onírica. En este sentido, la Ouutsü preserva el modo de la semilla, el modo de la raíz y el modo de las plantas; el rito encuentra su forma concreta y la ceremonia sagrada o proceso mítico de los orígenes, en que MMA se reconoce en relación de carácter y correspondencia con el gran Padre Lluvia (JUYYA) toma subsistencia, fertilizando las extensiones terrestres para dar génesis a la vida.

Por consiguiente, la Pacha Mama es vientre, matriz y útero, en tanto que el Padre Lluvia es agua y sangre reproductora; de esta relación surge el ser Wayuu (Wayuu´ain). Con la entrega y consagración mística de la mujer en los diversos oficios -Ouutsü (experta religiosa), Ou’lakülü (visionaria espiritual), Atükalü (ceramista y pintora), Ei’nalü (madre tejedora) y Ei’külü (madre formadora)-, se consolida la espiritualidad y las manifestaciones culturales que dan sentido a las funciones familiares, tales como, el cuidado de los hijos, la recolección y producción del alimento, la preservación del fuego en la morada, la concepción del arte del tejido y la elaboración de cerámicas, la conmemoración de ritos y ceremonias, la exégesis del mundo onírico y el proceso místico de conocer el secreto de las plantas medicinales.

En las múltiples funciones del rol de la mujer se destaca su experiencia religiosa como autoridad espiritual. A partir de este contexto místico, el mundo Wayuu pervive ligado al compás y a la entrega de la mujer como unidad espiritual asociada al territorio y a los valores de resguardo, transformación y continuación de la vida. En la unidad familiar, la mujer conserva el significado de la maternidad compartiendo el conocimiento mediante las prácticas rituales y artísticas.

El Sistema Normativo Wayuu (SNW) aplicado por el Pütchipü’üi se hace efectivo mediante la manifestación de la lengua materna como eje central, a través del cual circula el pensamiento nativo. Sin embargo, ¿por qué no existen mujeres palabreras? “No es porque sea una concepción de machismo. Es porque nosotros consideramos que la mujer, a partir de su condición como experta religiosa, es una autoridad espiritual y ella estaría descendiendo de piso para cumplir una función que está más abajo de la función social que representa. Como Ouutsü representa una disposición más importante que la del palabrero. El palabrero garantiza la armonía social, pero la mujer tiene una función social esencial: garantizar la armonía espiritual del individuo y la comunidad” explica Guillermo Jayariyu.

Riesgos y Desafíos

Para la cultura Wayuu es fundamental el proceso de fortalecimiento organizacional, teniendo en cuenta la mirada folclórica que se tiene acerca de sus manifestaciones o formas de ver la realidad. Afirmando lo dicho, lo que originó la patrimonialización del Sistema Normativo Wayuu (SNW) fue la gran visibilización a nivel nacional e internacional de la Junta Mayor de Palabreros (JMP) como órgano de recuperación cultural e identitaria, desde la perspectiva y participación autónoma de la comunidad y, desde el SNW como herramienta eficaz para desactivar y transformar conflictos mediante el poder de la palabra.

Sin duda, es una realidad lo que tiene que ver con la importancia que ha tomado la Guajira a nivel internacional con este proceso de patrimonialización, que no solo permitió incluir el SNW en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, sino que incidió en el reconocimiento del Plan Especial de Salvaguardia (PES) en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación. En este sentido, lo que reconoció la UNESCO y el Ministerio de Cultura respectivamente, fue lo que la comunidad propuso que era el SNW, visto como uno de los ejes centrales de la recreación e identidad del ser Wayuu.

El proceso de patrimonialización lo que delineó fue producir una reflexión sobre la identidad Wayuu en el fondo. Pero esa preocupación y visibilización también trae consigo riesgos y desafíos, en aras de la transmisión del SNW. ¿Cuáles? En primer lugar, la urbanización es cada vez más fuerte en la comunidad. Con frecuencia, son más los jóvenes que se van a vivir a las grandes ciudades y pierden contacto con los mayores, con sus autoridades tradicionales y con sus manifestaciones culturales. En segundo lugar, el PES señala el peligro con los nuevos grupos religiosos que están en el territorio y que muchas veces pueden estigmatizar la figura del palabrero. En tercer lugar, el riesgo o amenaza inminente frente al tema de los megaproyectos asociados a economías extractivas –carbón- que en este momento están en consulta previa o están pensados para la Guajira.

En cuarto lugar, el riesgo para la continuidad del SNW que tiene que ver con la falta de coordinación entre el Sistema de Justicia Ordinaria, y el Sistema de Justicia Propia; quizás, uno de los grandes retos que tiene la Junta Mayor de Palabreros es lograr la articulación entre estos dos tipos de justicia, de tal manera que se propicie un diálogo por el respeto a la diversidad y las formas culturales en que se sustenta la aplicación del SNW. En quinto lugar, la inoperancia del gobierno e instituciones respectivas, para desarrollar el PES. “Hemos tenido dificultad para acceder a los recursos que por ley corresponden a las manifestaciones que están incluidas en la lista representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad; mejor dicho, creen que el reconocimiento es exaltar la labor de patrimonialización, cuando eso requiere un compromiso”, indica Guillermo Jayariyu. Finalmente, otro riesgo importante es la presencia del conflicto armado -como en toda Colombia-; una amenaza inminente para la pervivencia de los pueblos indígenas y la prolongación sus manifestaciones culturales.  

La enumeración de estos riesgos no implica que con el SNW o el PES se vayan a solventar. Resolver el tema de los megaproyectos –adheridos al modelo económico- y el conflicto armado es muy difícil. No obstante, son bien conocidas en la Guajira las afectaciones y graves violaciones al Derecho Internacional Humanitario (DIH) y  a los Derechos Humanos (DDHH) que han traído consigo la violencia en Colombia. La más visible: la masacre de Bahía Portete y otro tipo de afectaciones en el territorio. Ese tipo de actos violentos, que producen despojo territorial y desplazamiento, produce que los jóvenes opten por emigrar de sus territorios ancestrales, amenazando la continuidad de la identidad Wayuu y SNW como pilar fundamental de la identidad de este pueblo patrimonial. 



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