Como médula
cultural, la Guajira
ha tomado un papel relevante en Colombia. De la mano del Ministerio de Cultura
y la UNESCO ,
su cultura más notable, la Wayuu ,
es hoy por hoy Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Históricamente, la estructura cultural
Wayuu se ha caracterizado por su Sistema Normativo que es el conjunto de
principios, procedimientos y ritos que regulan o guían la conducta espiritual y
social de los miembros de la etnia.
Con
el palabrero (Pütchipü’üi) como su figura esencial en el conocimiento y la
aplicación del sistema -cultor y comunicador de la palabra-, ese complejo de
normas y dinámicas rituales toman vida, transformando los conflictos de la
comunidad, en aras de preservar la armonía social y los principios vitales de
los individuos.
Al interior de la cultura Wayuu, el
Pütchipü’üi actúa como autoridad moral y agente comunicante de control social para
la aplicación de justicia, procediendo como mediador y recreando el poder de la
palabra y el saber ancestral como fundamentos de la vida espiritual, mitológica
y social del ser Wayuu. En el orden social, se enmarca el valor de la palabra
como instrumento de gran solvencia. Es decir, en casos de afectación mutua, a
partir de su valoración, se asumen acuerdos que conllevan a un principio de
reparación mediante la compensación. “Sigue existiendo la confusión del rol que
juega el Pütchipü`üi con esa visión de considerar que es abogado, juez o magistrado;
y el palabrero es ninguna de esas figuras. El palabrero es una autoridad moral,
un padre ejemplar que tiene el conocimiento acerca de la vida espiritual y
social del ser Wayuu” explica Guillermo Jayariyu, Wayuu de origen y conciencia.
Con la palabra no solo se compromete
la rectitud individual del propio emisor, sino la dignidad de todo el grupo
familiar materno. Bajo este principio, que integra el valor simbólico de bienes
hereditarios que se otorgan por daños, se considera que todo perjuicio
ocasionado por un individuo constituye un hecho de agresión colectiva que
involucra claramente a todos los miembros de su clan familiar. En respuesta
complaciente, se recurre a la acción solidaria entre los allegados maternos o
miembros de otros clanes para recolectar contribuciones y acatar los acuerdos
de resarcimiento.
Por otro lado, de la posición especial
del tío materno surge la representación familiar de los jefes de los clanes.
Cómo guías naturales, asumen deberes y obligaciones de carácter socioeconómico
y promueven la buena conducta entre los sobrinos que son hijos de sus hermanas.
Su posición enraizada en la herencia familiar materna los acredita como
legítimos administradores del territorio ancestral. De hecho, son los sobrinos
por línea materna quienes heredan en forma legítima los bienes materiales de
sus tíos maternos.
Del mismo modo, se procede en la
aprobación de vínculos matrimoniales. En este caso, en primera instancia, se
entregan collares y luego se trasladan las especies de ganado con que se
adquiere el derecho marital, asumiendo la responsabilidad colectiva de
garantizar la prosperidad y la prolongación del linaje. Con la entrega de estos
bienes culturales también se establecen fuertes vínculos de conexión que se
traducen en apoyo y colaboración mutua entre clanes. Todo formalizado a través
del poder de la palabra.
El
Rol de la Mujer
Desde la cosmovisión Wayuu, la Madre Tierra (MMA) es la raíz responsable
de la germinación y preservación de las especies; se le otorga el carácter etéreo
de la vida en todas sus formas de manifestación. Desde esta mirada, surge la dimensión
cultural de la mujer (Ouutsü) como experta en lo sagrado y revelación onírica.
En este sentido, la Ouutsü
preserva el modo de la semilla, el modo de la raíz y el modo de las plantas; el
rito encuentra su forma concreta y la ceremonia sagrada o proceso mítico de los
orígenes, en que MMA se reconoce en relación de carácter y correspondencia con
el gran Padre Lluvia (JUYYA) toma subsistencia, fertilizando las extensiones
terrestres para dar génesis a la vida.
Por consiguiente, la Pacha Mama es vientre,
matriz y útero, en tanto que el Padre Lluvia es agua y sangre reproductora; de
esta relación surge el ser Wayuu (Wayuu´ain). Con la entrega y consagración
mística de la mujer en los diversos oficios -Ouutsü (experta religiosa),
Ou’lakülü (visionaria espiritual), Atükalü (ceramista y pintora), Ei’nalü
(madre tejedora) y Ei’külü (madre formadora)-, se consolida la espiritualidad y
las manifestaciones culturales que dan sentido a las funciones familiares,
tales como, el cuidado de los hijos, la recolección y producción del alimento,
la preservación del fuego en la morada, la concepción del arte del tejido y la elaboración
de cerámicas, la conmemoración de ritos y ceremonias, la exégesis del mundo
onírico y el proceso místico de conocer el secreto de las plantas medicinales.
En las múltiples funciones del rol de
la mujer se destaca su experiencia religiosa como autoridad espiritual. A
partir de este contexto místico, el mundo Wayuu pervive ligado al compás y a la
entrega de la mujer como unidad espiritual asociada al territorio y a los
valores de resguardo, transformación y continuación de la vida. En la unidad
familiar, la mujer conserva el significado de la maternidad compartiendo el
conocimiento mediante las prácticas rituales y artísticas.
El Sistema Normativo Wayuu (SNW)
aplicado por el Pütchipü’üi se hace efectivo mediante la manifestación de la
lengua materna como eje central, a través del cual circula el pensamiento nativo.
Sin embargo, ¿por qué no existen mujeres palabreras? “No es porque sea una
concepción de machismo. Es porque nosotros consideramos que la mujer, a partir
de su condición como experta religiosa, es una autoridad espiritual y ella estaría
descendiendo de piso para cumplir una función que está más abajo de la función
social que representa. Como Ouutsü representa una disposición más importante
que la del palabrero. El palabrero garantiza la armonía social, pero la mujer
tiene una función social esencial: garantizar la armonía espiritual del
individuo y la comunidad” explica Guillermo Jayariyu.
Riesgos
y Desafíos
Para la cultura Wayuu es fundamental
el proceso de fortalecimiento organizacional, teniendo en cuenta la mirada
folclórica que se tiene acerca de sus manifestaciones o formas de ver la
realidad. Afirmando lo dicho, lo que originó la patrimonialización del Sistema
Normativo Wayuu (SNW) fue la gran visibilización a nivel nacional e
internacional de la Junta
Mayor de Palabreros (JMP) como órgano de recuperación
cultural e identitaria, desde la perspectiva y participación autónoma de la
comunidad y, desde el SNW como herramienta eficaz para desactivar y transformar
conflictos mediante el poder de la palabra.
Sin duda, es una realidad lo que tiene
que ver con la importancia que ha tomado la Guajira a nivel internacional con este proceso de
patrimonialización, que no solo permitió incluir el SNW en la lista de
Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad , sino que incidió en el reconocimiento
del Plan Especial de Salvaguardia (PES) en la lista del Patrimonio Cultural
Inmaterial de la Nación. En
este sentido, lo que reconoció la
UNESCO y el Ministerio de Cultura respectivamente, fue lo que
la comunidad propuso que era el SNW, visto como uno de los ejes centrales de la
recreación e identidad del ser Wayuu.
El proceso de patrimonialización lo
que delineó fue producir una reflexión sobre la identidad Wayuu en el fondo.
Pero esa preocupación y visibilización también trae consigo riesgos y desafíos,
en aras de la transmisión del SNW. ¿Cuáles? En primer lugar, la urbanización es
cada vez más fuerte en la comunidad. Con frecuencia, son más los jóvenes que se
van a vivir a las grandes ciudades y pierden contacto con los mayores, con sus
autoridades tradicionales y con sus manifestaciones culturales. En segundo
lugar, el PES señala el peligro con los nuevos grupos religiosos que están en
el territorio y que muchas veces pueden estigmatizar la figura del palabrero.
En tercer lugar, el riesgo o amenaza inminente frente al tema de los
megaproyectos asociados a economías extractivas –carbón- que en este momento
están en consulta previa o están pensados para la Guajira.
En cuarto lugar, el riesgo para la
continuidad del SNW que tiene que ver con la falta de coordinación entre el Sistema
de Justicia Ordinaria, y el Sistema de Justicia Propia; quizás, uno de los
grandes retos que tiene la
Junta Mayor de Palabreros es lograr la articulación entre
estos dos tipos de justicia, de tal manera que se propicie un diálogo por el
respeto a la diversidad y las formas culturales en que se sustenta la
aplicación del SNW. En quinto lugar, la inoperancia del gobierno e
instituciones respectivas, para desarrollar el PES. “Hemos tenido dificultad
para acceder a los recursos que por ley corresponden a las manifestaciones que
están incluidas en la lista representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial de
la Humanidad ; mejor
dicho, creen que el reconocimiento es exaltar la labor de patrimonialización,
cuando eso requiere un compromiso”, indica Guillermo Jayariyu. Finalmente, otro
riesgo importante es la presencia del conflicto armado -como en toda Colombia-;
una amenaza inminente para la pervivencia de los pueblos indígenas y la prolongación
sus manifestaciones culturales.
La enumeración de estos riesgos no
implica que con el SNW o el PES se vayan a solventar. Resolver el tema de los
megaproyectos –adheridos al modelo económico- y el conflicto armado es muy
difícil. No obstante, son bien conocidas en la Guajira las afectaciones y graves
violaciones al Derecho Internacional Humanitario (DIH) y a los Derechos Humanos (DDHH) que han traído
consigo la violencia en Colombia. La más visible: la masacre de Bahía Portete y
otro tipo de afectaciones en el territorio. Ese tipo de actos violentos, que
producen despojo territorial y desplazamiento, produce que los jóvenes opten
por emigrar de sus territorios ancestrales, amenazando la continuidad de la
identidad Wayuu y SNW como pilar fundamental de la identidad de este pueblo patrimonial.
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