Las
regiones, después del 9 de marzo, día en el que los colombianos elegirán en las
urnas 102 senadores y 166 representantes a la Cámara, serán los mismos retratos
de lo que son hoy por hoy: zonas olvidadas, sin un proyecto serio en materia de
desarrollo.
Las regiones en Colombia
siguen siendo plataformas de consolidación del modelo clientelista. Las cloacas
de la promesa -que en materia de inversión y desarrollo poco, por no decir que
nada-, siguen siendo afectadas por la falta de liderazgo y representatividad
política. Es decir, la ausencia de representantes políticos serios e integrales,
contribuye no solo en la triste realidad de que las regiones sigan siendo zonas
olvidadas y atrasadas -sin un proyecto social serio e integral-, sino que las
aparta con más fuerza, de la idea de conformar algún día un proyecto serio de
carácter nacional. ¿Y cómo no? Si todos los votos ya fueron comprados.
Para explicar por qué las
regiones están como están, basta analizar el estado actual de la campaña
electoral, que a menos de 20 días de su realización, a poco tiempo de que
los colombianos elijan en las urnas sus próximos senadores (102) y
representantes a la Cámara (106), es la campaña más clientelizada y con más
auxilios parlamentarios o “mermelada” que haya tenido la historia reciente del
país.
De la “mermelada” se puede
decir que ha existido desde siempre. También conocida como repartición de “torta
burocrática”, comenzó cuando en cantidad de puestos, los políticos
tradicionales trabajaban para sus “falanges”. Con la descentralización o privatización
de las empresas del Estado, después de la proclamación de la Constitución del
91, ha cambiado un poco su modus operandi, por lo que grandes sumas de recursos
de la salud, educación, regalías, además de obras públicas y otros contratos,
pasaron a manos de alcaldes, gobernadores y congresistas.
Se trata entonces de un
nuevo modelo clientelista y gamonal, que afecta aún más la situación de las
regiones. ¿Cómo funciona? El gobierno le otorga a un senador o gobernador un
contrato. De ese contrato, el funcionario toma el 20% del cual toma la mitad
para él, y la otra mitad la utiliza para sacar un congresista. Lo único que
tiene que hacer el beneficiado con el gobierno es retribuir el “favor” en las
urnas, con votos.
La situación es compleja,
teniendo en cuenta que son muy pocos los beneficiados o acreedores de dichos
contratos; muy pocas personas y familias se llevan los réditos. Sin embargo, saben
sacarle el jugo a las concesiones; utilizan su capital político y así obtienen
nuevos contratos -contribuyendo aún más al saqueo de los recursos públicos-. De
ahí que, ciertas castas políticas regionales hayan consolidado un superlativo
poder económico y hayan perdurado en la política gracias al manejo de esta
figura.
Contratos
por Votos
Lo que se reparten son
contratos. Multimillonarios contratos. Así se aceita la maquinaria y se
obtienen votos. En la anterior versión del clientelismo se repartían puestos,
es decir, cargos a todo nivel. Con la creación de la nueva carta política, que
buscaba atacar ciertas formas de clientelismo –en particular los auxilios
parlamentarios- se da paso a un nuevo modelo proselitista, que cambia contratos
por votos.
Podría decirse que lo que
hay en Colombia son “conglomerados electorales” o empresas reales que -operan
con recursos del Estado- están cimentadas gracias a los votos. A través de
esta vía, son muchos los que aseguran los resultados. Por eso, la “mermelada”
para las próximas elecciones presidenciales está recargada y, el presidente
Juan Manuel Santos ha hecho ahínco con el endulce en su relación con la
política regional.
Como su imagen no es bien
vista en las regiones por muchas razones -carece de popularidad- la mejor
opción es dar “lentejas” a los aspirantes al congreso. De ahí que, la inversión
del alto gobierno desempeñe un rol fundamental de cara a la reelección. Contra
todo pronóstico, la imagen del presidente no anda muy bien. Para las
presidenciales, las encuestas son encabezadas por el voto en blanco con un 30%,
dejándolo atrás con un 25%, mientras sus rivales no lo hacen mejor,
disputándose el resto del porcentaje.
Si bien la compra de votos
en nuestro país es cuento viejo, lo que diferencia estas elecciones de otras,
es que ésta es una campaña electoral en la que muchos empresarios regionales han
decidido lanzarse a la vida o arena política, haciendo alianzas burocráticas; tienen
bajo la manga las mismas promesas, mentiras o prácticas clientelistas: más seguridad, más empleo, más educación, más oportunidades y el
tema de moda, la paz.
La
Historia Será la Misma
Las castas políticas
regionales paulatinamente vienen consolidando un poder económico superlativo.
De la mano de la burocracia, han logrado emerger de la “penumbra” para ser decisivos
a la hora de cualquier determinación política. No obstante, el próximo 9 de
marzo no se define nada. La historia será la misma y las regiones seguirán mal
o peor. Por ejemplo, de donde soy, los aspirantes con más opciones a quedarse
con el “puestico”, tienen algún miembro de su familia comprometido con la
justicia; está preso, está prófugo, disciplinariamente suspendido o tuvo cercanía
con grupos delincuenciales.
Para la muestra un botón.
Recientemente, Revista Semana publicó un artículo (Ver artículo) en el que dejaba muy mal parada a la candidata a la Cámara por el Partido Conservador
Lina Barrera, quien tiene a su esposo, el señor Iván Díaz Mateus, pagando una
condena de seis años por Yidispolítica. Su hermano Juan Carlos Barrera fue
capturado por paramilitarismo.
Otro caso de mala
representatividad política en Santander es el de Marcos Díaz Barrera, aspirante
a la Cámara por el Centro Democrático. Su primo –Iván Díaz Mateus- está en la
cárcel y su hermano está destituido. Así con otros -malos- aspirantes al congreso de otras colectividades políticas.
Por otro lado, el gobierno
sigue insistiendo que la prioridad es llevar desarrollo a las regiones. Las
gobernaciones y alcaldías siguen su promesa, pero es tan solo eso, promesas; el
desarrollo no se ve por ningún lado. Los actuales congresistas siguen los mismos pasos y no se vislumbra, al día de hoy, por ninguna parte, una
política seria, clara e integral que permita el desarrollo y transformación de
las regiones de cara al posconflicto o posible acuerdo de paz entre el Estado y
las Farc.
Lo cierto es que el gobierno
no ha hecho lo correspondiente para llevar desarrollo a las regiones. Estas, simplemente
siguen siendo tarimas de consolidación de proyectos político-empresariales que
en nada favorecen a la gente. Por el contrario, historia repetida, siguen
beneficiando a unos pocos.
Un ejemplo claro de la
crisis regional se da en materia de salud. Los hospitales de primer, segundo y
tercer nivel andan endeudados y sin recursos, y lo que es peor, la mayoría de
centros de salud, en el caso de Santander, anda en obras de reparación y
adecuación infraestructural, lo que conlleva a que estén endeudados y con
atención precaria. Un ciudadano que esté enfermo, posiblemente se encuentre con
la muerte. Para que hablar de educación, empleo o seguridad.
Las elecciones del próximo 9
de marzo van a pasar a la historia, no solo por ser las elecciones más
endulzadas con “mermelada” desde el ejecutivo, sino porque serán las elecciones
que marquen una nueva manera de hacer clientelismo y proselitismo. Sin duda,
después de esta fecha, el menos beneficiado será el ciudadano y las regiones, serán los mismos retratos de lo
que son hoy por hoy: zonas olvidadas, sin un proyecto serio en materia de
desarrollo.
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