martes, 18 de febrero de 2014

Campaña Electoral

¿Qué va a pasar con las regiones después de elecciones?


Fuente: El Faro de la Colina
Las regiones, después del 9 de marzo, día en el que los colombianos elegirán en las urnas 102 senadores y 166 representantes a la Cámara, serán los mismos retratos de lo que son hoy por hoy: zonas olvidadas, sin un proyecto serio en materia de desarrollo.

Las regiones en Colombia siguen siendo plataformas de consolidación del modelo clientelista. Las cloacas de la promesa -que en materia de inversión y desarrollo poco, por no decir que nada-, siguen siendo afectadas por la falta de liderazgo y representatividad política. Es decir, la ausencia de representantes políticos serios e integrales, contribuye no solo en la triste realidad de que las regiones sigan siendo zonas olvidadas y atrasadas -sin un proyecto social serio e integral-, sino que las aparta con más fuerza, de la idea de conformar algún día un proyecto serio de carácter nacional. ¿Y cómo no? Si todos los votos ya fueron comprados.

Para explicar por qué las regiones están como están, basta analizar el estado actual de la campaña electoral, que a menos de 20 días de su realización, a poco tiempo de que los colombianos elijan en las urnas sus próximos senadores (102) y representantes a la Cámara (106), es la campaña más clientelizada y con más auxilios parlamentarios o “mermelada” que haya tenido la historia reciente del país.

De la “mermelada” se puede decir que ha existido desde siempre. También conocida como repartición de “torta burocrática”, comenzó cuando en cantidad de puestos, los políticos tradicionales trabajaban para sus “falanges”. Con la descentralización o privatización de las empresas del Estado, después de la proclamación de la Constitución del 91, ha cambiado un poco su modus operandi, por lo que grandes sumas de recursos de la salud, educación, regalías, además de obras públicas y otros contratos, pasaron a manos de alcaldes, gobernadores y congresistas.  

Se trata entonces de un nuevo modelo clientelista y gamonal, que afecta aún más la situación de las regiones. ¿Cómo funciona? El gobierno le otorga a un senador o gobernador un contrato. De ese contrato, el funcionario toma el 20% del cual toma la mitad para él, y la otra mitad la utiliza para sacar un congresista. Lo único que tiene que hacer el beneficiado con el gobierno es retribuir el “favor” en las urnas, con votos.

La situación es compleja, teniendo en cuenta que son muy pocos los beneficiados o acreedores de dichos contratos; muy pocas personas y familias se llevan los réditos. Sin embargo, saben sacarle el jugo a las concesiones; utilizan su capital político y así obtienen nuevos contratos -contribuyendo aún más al saqueo de los recursos públicos-. De ahí que, ciertas castas políticas regionales hayan consolidado un superlativo poder económico y hayan perdurado en la política gracias al manejo de esta figura.

Contratos por Votos

Lo que se reparten son contratos. Multimillonarios contratos. Así se aceita la maquinaria y se obtienen votos. En la anterior versión del clientelismo se repartían puestos, es decir, cargos a todo nivel. Con la creación de la nueva carta política, que buscaba atacar ciertas formas de clientelismo –en particular los auxilios parlamentarios- se da paso a un nuevo modelo proselitista, que cambia contratos por votos.

Podría decirse que lo que hay en Colombia son “conglomerados electorales” o empresas reales que -operan con recursos del Estado­- están cimentadas gracias a los votos. A través de esta vía, son muchos los que aseguran los resultados. Por eso, la “mermelada” para las próximas elecciones presidenciales está recargada y, el presidente Juan Manuel Santos ha hecho ahínco con el endulce en su relación con la política regional.

Como su imagen no es bien vista en las regiones por muchas razones -carece de popularidad- la mejor opción es dar “lentejas” a los aspirantes al congreso. De ahí que, la inversión del alto gobierno desempeñe un rol fundamental de cara a la reelección. Contra todo pronóstico, la imagen del presidente no anda muy bien. Para las presidenciales, las encuestas son encabezadas por el voto en blanco con un 30%, dejándolo atrás con un 25%, mientras sus rivales no lo hacen mejor, disputándose el resto del porcentaje.

Si bien la compra de votos en nuestro país es cuento viejo, lo que diferencia estas elecciones de otras, es que ésta es una campaña electoral en la que muchos empresarios regionales han decidido lanzarse a la vida o arena política, haciendo alianzas burocráticas; tienen bajo la manga las mismas promesas, mentiras o prácticas clientelistas: más seguridad, más empleo, más educación, más oportunidades y el tema de moda, la paz.

La Historia Será la Misma

Las castas políticas regionales paulatinamente vienen consolidando un poder económico superlativo. De la mano de la burocracia, han logrado emerger de la “penumbra” para ser decisivos a la hora de cualquier determinación política. No obstante, el próximo 9 de marzo no se define nada. La historia será la misma y las regiones seguirán mal o peor. Por ejemplo, de donde soy, los aspirantes con más opciones a quedarse con el “puestico”, tienen algún miembro de su familia comprometido con la justicia; está preso, está prófugo, disciplinariamente suspendido o tuvo cercanía con grupos delincuenciales.

Para la muestra un botón. Recientemente, Revista Semana publicó un artículo (Ver artículo) en el que dejaba muy mal parada a la candidata a la Cámara por el Partido Conservador Lina Barrera, quien tiene a su esposo, el señor Iván Díaz Mateus, pagando una condena de seis años por Yidispolítica. Su hermano Juan Carlos Barrera fue capturado por paramilitarismo.   

Otro caso de mala representatividad política en Santander es el de Marcos Díaz Barrera, aspirante a la Cámara por el Centro Democrático. Su primo –Iván Díaz Mateus- está en la cárcel y su hermano está destituido. Así con otros -malos- aspirantes al congreso de otras colectividades políticas. 

Por otro lado, el gobierno sigue insistiendo que la prioridad es llevar desarrollo a las regiones. Las gobernaciones y alcaldías siguen su promesa, pero es tan solo eso, promesas; el desarrollo no se ve por ningún lado. Los actuales congresistas siguen los mismos pasos y no se vislumbra, al día de hoy, por ninguna parte, una política seria, clara e integral que permita el desarrollo y transformación de las regiones de cara al posconflicto o posible acuerdo de paz entre el Estado y las Farc.

Lo cierto es que el gobierno no ha hecho lo correspondiente para llevar desarrollo a las regiones. Estas, simplemente siguen siendo tarimas de consolidación de proyectos político-empresariales que en nada favorecen a la gente. Por el contrario, historia repetida, siguen beneficiando a unos pocos.

Un ejemplo claro de la crisis regional se da en materia de salud. Los hospitales de primer, segundo y tercer nivel andan endeudados y sin recursos, y lo que es peor, la mayoría de centros de salud, en el caso de Santander, anda en obras de reparación y adecuación infraestructural, lo que conlleva a que estén endeudados y con atención precaria. Un ciudadano que esté enfermo, posiblemente se encuentre con la muerte. Para que hablar de educación, empleo o seguridad.

Las elecciones del próximo 9 de marzo van a pasar a la historia, no solo por ser las elecciones más endulzadas con “mermelada” desde el ejecutivo, sino porque serán las elecciones que marquen una nueva manera de hacer clientelismo y proselitismo. Sin duda, después de esta fecha, el menos beneficiado será el ciudadano y las regiones, serán los mismos retratos de lo que son hoy por hoy: zonas olvidadas, sin un proyecto serio en materia de desarrollo.

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